domingo, 16 de enero de 2011

SEXO EN MADRID x02: El mundo de la noche


Más de 323 kilómetros de líneas de metro y 318 paradas para dar acceso a más de 12.700 calles. A la una y media de la madruga el metro cierra sus puertas y 26 líneas de buses nocturnos toman el control.

En el epicentro de España hay una ciudad donde nunca se está incomunicado, donde la noche no existe y donde dormir no es una costumbre o una necesidad fisiológica si no una mera opción a valorar que uno lleva a cabo cuando, como y con quien le parece. Eso parece ser Madrid; una de esas ciudades que nunca duerme.

Siguiendo las costumbres locales en nuestra primera noche hubo más sucesos que los redactables en el Cosmopolitan la semana internacional de la moda:

Los controladores aéreos del aeropuerto de A Coruña le regalaron a Lucía tres horas de espera, una cancelación de vuelo, una noche en el hotel más cutre de la ciudad y un visado para su maleta destino Sri Lanka.

A 600 kilómetros de allí Juan y Xacobe acaparaban el espejo del baño haciendo un despliegue cosmético de todas las armas disponibles en el mercado. Mientras tanto yo y mi copa de vino estrechábamos lazos delante de un armario lleno de ropa. ¡Pero así es un sábado noche!

Copa de vino. Ducha, depilación de los bajos fondos, exfoliación facial y afeitado. Copa de vino. Desodorante y pruebas de pantalones. Asesoramiento y sorbo. Pruebas de camisetas, polos o camisas. Asesoramiento y una nueva botella. Elección entre deportivas, zapatos, botas, mocasines o All Stars. Más vino. Cazadoras y complementos. Más vino, peleas por la elección de la música y peinado: cera, gomina, crema de peinado, secador o planchas. Aprobación general frente al espejo. Corrección de granos y/o otras imperfecciones. Chicles y condones en la cartera. Un último sorbo y a perderse en la ciudad.

Una vez dentro de la discoteca y con tres copas de más todo aquello por lo que te has preparado pierde todo tipo de relevancia. La música manda, los chicos se multiplican en cálculos a los que la mente no logra dar respuesta. Sonrisa por aquí, guiño por allá, alguien que te toca el culo, alguien que te roza el brazo, un par que se presentan y un par que se despiden. Y música, y risas, y alcohol, y vuelta a empezar. Como niños en una tienda de caramelos. Cada chico-caramelo con un envoltorio diferente, dulces y salados, de venta a pares o en grupos, con mejor o peor apariencia, con más o menos ropa, con más o ningún resquicio de pudor. A Xacobe un guardia de seguridad le interrumpió una apasionada conversación oral con un chiquillo de 22 centímetros en los baños de Cool. Juan anotaba su tercer número de teléfono en la esquina de la discoteca y mientras tanto el camarero intentaba que yo no tomase nada con más de 24 grados de alcohol.

A las 6 de la mañana 3 chicos volvían solos en metro. Emocionados, excitados, borrachos y solos. Entre una estación y otra comencé a pensar si este no sería un breve resumen de la vida que nos esperaba... un continuo mar de opciones y competencia donde todo nace y se deshace cada noche, una lista interminable de números de teléfono y una consecuente e insoportable resaca.

Esa noche Juan y Xacobe se acostaron juntos y yo no pude evitar pensar en mi ex.

Supongo que hay llamas que aún extintas a veces renacen sin previo aviso para arrasarlo todo. Y supongo que hay llamas que no se pueden extinguir tan fácilmente. Y mientras los bomberos no llegan con agua... siempre nos quedará el alcohol.

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