martes, 26 de enero de 2010

Cada día sueño


Cada día suena el despertador; frío, metálico, inhumano.

Cuando desnudo enciendo el agua dejo que el vao me abraze pero las duchas matutinas dejaron de llevarme a historias de ensueño. Luego sostengo mis tazas regaladas, cada una etiquetada a un recuerdo, y sorbo a sorbo me pregunto si no estaré demasiado lejos.

Las paradas pasan fugaces, la gentre entra y sale y yo dejé de escuchar música en el metro. No veo el amanecer, no siento el aire puro de la mañana, veo a gente con sus agendas y periódicos tremendamente atadas a una realidad que se me hace ilógica. Me prometo que mañana cogere el bus.

Entonce comprendo porqué cada vez leo más libros, veo más series o películas. Me cuelo así, cada vez que puedo, en un trozo de vida ajena, en sus risas y lágrimas. Por que hace tanto que no veo a nadie llorar; hace tanto que no escucho una sonrisa que no me suene a hueco, hace tanto que no siento un abrazo... que al sentir melancolía me asusto y lo comprendo.

Entonces me meto en cama y asesino el silencio, hasta que el sueño me vence, y todo empieza de nuevo.

Las grandes ciudades tienen eso, un aliento solitario, noches rosadas, constantes decibelios, ojos muy abiertos, pasos apurados y miles de almas que no parecen encontrar su hueco.

miércoles, 20 de enero de 2010

EL VIAJE DE MARCOS


Miro hacia adelante por que ya sé lo que hay detrás. Miro hacia adelante por que el desconcierto duele menos que la nostalgia. Miro hacia adelante por que construir un futuro es lo único que uno puede hacer cuando no se puede arreglar el pasado. Miro hacia adelante por que es más fácil pensar en lo que puedo ganar que en todo lo que he perdido. Miro hacia adelante porque hay recuerdos que no puedo borrar, personas que no puedo recuperar y errores que no puedo deshacer.

Cierro los ojos por que abrirlos a veces aterra. Cierro los ojos por que lo que no se ve no se siente. Cierro los ojos por que así soñar es más fácil. Cierro los ojos por que es la única forma que tengo de abrazar a todos aquellos que no están. Cierro los ojos por que así consigo no llorar.

Canto por que así no escucho mi voz. Canto por que así puedo exhalar el dolor escondiéndome en las batallas de otros. Canto por que así se ahogan los gritos de dolor una noche de alcohol.

Hago todo eso y mucho más por que si miro para atrás, si abro los ojos, si me quedo callado... entonces... entonces... nosé si tendría fuerzas para volver a cerrar ciertas puertas... entonces... todo lo que ocurrió, todo lo que extraño, todo lo que temo podría alcanzarme y no dejarme salir.

Así que me pongo las gafas de sol, enchufo el mp3, cierro los ojos y camino. Uno tras otro, paso tras paso, calle tras calle, sin pararme, sin pausas, sin dejar que acaben las canciones, sin que nada salga fuera, sin que nada entre dentro. Por que hay veces... que correr es lo único que sentimos que podemos hacer.

sábado, 2 de enero de 2010

La eterna nochevieja.


A medida que el último día del año se va colando por el horizonte la noche se va extendiendo por todo el país. Más allá de los letreros luminosos, de las farolas que pernoctan las calles y las viviendas encendidas que acogen a los previsores se suman los farolillos entre los árboles, los motivos navideños, los escaparates decorados, y con los fuegos artificiales la torre Eiffel se viste de amarillo y la torre de Hércules este año de azul.

A medida que las uvas van desapareciendo de sus cajas los pasos se apresuran, los latidos se aceleran y todos los que nos consideramos personas de última hora correteamos por entre las horas para llegar a tiempo al destino donde has decidido cenar.

En las familias mientras la madre vigila la comida, los platos se colocan de manera especial en una mesa que hoy parece brillar más de lo normal. Se ultiman las decisiones de vestuario, peluquería y maquillaje, se firman los planes, se rellenas la carteras y el hermano pequeño cuida de que no haya una uva de menos ni de más.

Para muchos la música se para por momentos y se desenfocan las luces del árbol de navidad. La abuela recuerda al abuelo que ya no está, la madre cuyos hijos este año la dejan sola para cenar y todos los desafortunados que perdieron cosas en el camino que no pueden recuperar o no supieron encontrar. A veces la magia llega como nieve envolviendo al que por sorpresa ocupa un plato más. Entonces suenan los descorches de botellas, las copas al brindar, los besos familiares, los tímidos y los de cordialidad.

Sin embargo hay taxistas que guardan las uvas en la guantera, currantes que evitan los relojes y solitarios que apagan las luces para no ver que tras su sombra no hay nada ni nadie más.

Los minutos corren en cuenta atrás cuando los chistes se dispersan, el alcohol sobresale de las copas, los nervios se evidencian, las uvas se sostienen y las risas se disparan. Se mira para atrás, para los lados y con lo puesto miramos con más o menos optimismo el televisor rezando para que el destino reparta bien las cartas.

Los últimos doce segundos del 31 de Diciembre del 2009 nos trasladan al 1 de Enero del 2010. Pero de lo que nadie parece ser consciente es que lo mejor siempre está por llegar, lo mejor del año son los siguientes doce segundos. Son los segundos del año donde más besos se dan, más risas se conceden, donde se funden más abrazos y las llamadas se pierden en un mar de intenciones y de lazos que duran un año más. ¿A quién abrazaste? ¿En quién pensaste? ¿A quién intentaste llamar?

Y la noche más vieja del año muere un año más.