lunes, 21 de marzo de 2011

Sexo en Madrid _ 1x20 _ San Valentín


El 14 de Febrero es un día que nunca me había sido indiferente.

Quizá sea mi vena romántica la que me obliga a ansiar una rosa, mi dulce paladar que se deleita gustosamente a golpe de bombones y chocolate. O quizá sea el corazón; el miedo a no encontrarte, y si te encontré, a no haber sabido atarte, amor.

En el 2010 yo estaba dispuesto a pasar otro San Valentín haciendo balance, sin embargo Vincent hizo empaque de su francesismo y aún teniendo una relación de escasos días no paró hasta llevarme a Gran Vía.

Me recibió con un beso tímido en la mejilla. Un beso simple y descuidado para cualquiera, pero no para mí. En esos besos esquivos que muy de vez en cuando se atrevía a dar en público él acercaba su valentía a mi rostro, y yo, en ese segundo, olía su perfume, sentía su piel suave, la carnosidad de sus besos, su tez cálida y la candidez del cariño.

Un día de Febrero puede convertirse en un día extraordinario si caminando por la calle alguien juega a cruzar sus dedos con los tuyos.

- Es aquí - Me dijo. Y haciendo alarde de sus buenas costumbres autóctonas me abrió la puerta y me miró gracioso, sonriente, juguetón, pícaro y en el fondo inocente.

Una rosa y una vela hacía de centro de mesa, impidiéndome besarle cuantas veces quisiera. Lo recuerdo bien, fuimos a cenar a un restaurante italiano de Gran Vía, con buen gusto decorado, buena música de piano, buen servicio, exquisita pizza y con un vino en la carta increíblemente traidor.

A golpe de sorbos y luego de tragos me acomodé a su frente, ampliando mi sonrisa, desafiando a la suya, y más vino y más comentarios calientes e indebidos. Feliz San Valentín Oscar, Feliz San Valentín.

He de admitir que cuando salimos ya era de noche y yo ya estaba ebrio; ebrio de vino y sobrio de besos. Así que a plena calle le abracé y camino al metro no paré hasta conseguir robarle un beso, y luego otro, y otro más. Dulce, increíblemente dulce, dulce como el chocolate, romántico como una rosa.

Quizá sería su belleza, su gracioso acento al hablar español, lo frágil que le hacía su pasado, lo fuerte que le hacía su presente; serían sus ojos o su pelo dorado bajo el sol, o sus labios, sus dulces y suaves labios. Sería su forma de mirarme, con miedo a querer y luego a sufrir. Fuese como fuere en ese momento me di por vencido y me rendí a él.

Y me sentí feliz, feliz de haberle conocido, de tenerle, de que fuese mío, y yo suyo, y ambos nuestros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario