lunes, 21 de marzo de 2011

Sexo en Madrid _ 1x10 _ Feliz Navidad







Hay fechas que uno desea con locura y otras que tememos más que a nada. Lo único que tienen en común, es que unas u otras siempre llegan y no podemos hacer nada para pararlo.

Puedes trasladarte, puedes mirar siempre hacia delante, puedes intentar mantener la mente siempre ocupada... pero 4 asientos en un avión rumbo A Coruña eran la prueba fehaciente de que el pasado siempre te alcanza y que, tarde o temprano... la vida te obliga a mirar atrás.

Las risas de Juan, Lucía y Xacobe hacían eco en mi cabeza. Estaba volviendo. Acariciaba la ventanilla mientras mi estómago poco a poco se iba apretando, el pecho se me encogía y respirar se volvía más y más difícil.

Se llamaba Nacho. Habíamos salido juntos durante un año. Habíamos compartido cama, techo y un pedazo de nuestra vida. Él no podía estudiar su carrera en otro lugar y yo no podía dedicarme a mi carrera en su ciudad. Ahora volvía a la ciudad que un día había sido nuestra... suya y mía, de los dos, la ciudad del para siempre y del nunca te dejaré. Y yo le dejé.

Por otro lado estaba mi familia. Gozaba de unos padres que tardan menos de un minuto en eclosionar en un millar de gritos y discusiones. Padres que gustan de extrañarse en la distancia y de verse en pequeñas y distanciadas dosis. O al menos así solía ser. Luego creces y te das cuenta de que la familia quizá sea más importante de lo que en un principio estimabas, de que no pueden protegerte de todo pero sí pueden ser un colchón seguro donde caer. Por el contrario hay familias que no te aceptan tal y como eres, que te dan la espalda cuando los necesitas o que en vez de darte la seguridad necesaria para abrirte al mundo te regalan con los apellidos la sensación de caminar en una continua cuerda floja. Y ahí es donde los amigos lo somos todo.

Juan pasaría los días en Carballo, Lucía en Monforte y Xacobe en Orense. Yo dividiría mis días entre Bertamiráns, Vilagarcía de Arousa y Coruña. Sin embargo, antes de cortar la cinta roja, teníamos una noche. Una noche para pasar con la familia que elegimos, una noche con los amigos...

Diana y Cristian eran dos viejos y grandes amigos. Por desgracia entre ellos no se pueden ni ver. Gracias a dios el trabajo de Cristian como camarero nos permitía cenar con Diana y hacer el cambio por Cristian cuando, a las 2 de la mañana, él acaba de trabajar. Y de ahí a la discoteca. Y en suma de alcohol acumulativo de la cena de y de las copas mi temor tomó forma y pasó frente a mi.

Ahí estaba Nacho.


... TO BE CONTINUED.

---

SEXO EN MADRID x10: Feliz Navidad (2ªparte)


Xacobe tenía el número de teléfono del azafato que iba en nuestro vuelo. Si bien no pudo realizar su sueño de hacerlo a 3.000 metros sobre el cielo, sí pudo disfrutar de las 9 horas de las que disponía el azafato antes de que embarcase a París.

Lucía fue a buscar a Raquel y a Marcos para tomar algo con ellos. Y cada dos horas se llevaba el móvil al lavabo para hacerle saber al italiano cuánto de mojada le había dejado la lluvia gallega.

Juan me llevó a casa de Diana para cenar con ella. En lo que él llama "operación bakala" no se separó de su portátil en el intento de encontrar un gay con ganas de fiesta nocturna.

Diana me actualizaba sobre un chico que había conocido en badoo. Al parecer los heteros también han encontrado el mundo de las redes sociales, sólo que lo siguen llamando buscadores de amor en vez de buscadores de sexo. Disparidad de opiniones. El tío en cuestión era ingeniero industrial, hacía bien los deberes y era uno de los pocos tíos heteros que no la ayudaban con la mano en la cabeza a practicar un buen sexo oral.

4 horas más tarde Diana mandaba un mensaje reclamando ingeniería a domicilio y Juan y yo fuimos a la búsqueda de Cristian. Su soltería nos recordaba que Coruña sigue siendo un lugar de pequeñas opciones y su falta de sexo nos demostraba que el orden de primero sexo y después citas no es internacional. Y así, de la mano, fuimos a celebrar nuestro reencuentro como mejor sabíamos hacerlo... ligando en discotecas.

Juan se encontró con su ligue de bakala en el ropero. A dos metros Cristian y yo avanzábamos en busca de Lucía, que estaba tres metros al este con Raquel y con Marcos. Jacobo entraba por la puerta acompañado de un azafato, y así, todos en medio de la música, empezamos a buscarnos en una discoteca de menos de 10 metros cuadrados.

25 o 26 copas más tarde todos celebrábamos el reencuentro con risas sueltas y despojadas de cualquier inhibición. Es bonito estar con los amigos, con la gente a la quieres y con lo que has vivido y sigues acumulando más y más experiencias. Bailaba con Cristian riéndome a mandíbula batiente cuando detrás de él vi a Nacho. Y entonces todo se detuvo.

Se quedó congelado el beso de Raquel con Marcos, la sonrisa de Lucía el mandar el mensaje al italiano, el orgasmo de Diana con el ingeniero, la mano de Juan en el culo del nuevo chico bakala, la boca de Jacobo anclada en algún punto de la anatomía del azafato mientras alguien aporreaba el baño y la mirada de Cristian fija sobre mi.La música volvió, las luces parpadearon, la gente volvió a bailar y yo me exfumé detrás de Nacho.

Le cogí de la mano, lo saludé, me miró, nos miramos, estaba guapísimo, yo nervioso. Le pedí que saliésemos de allí y nos sentamos en el alfeizar de un portal. No hizo falta mucho, el alcohol fue todo lo sincero y directo que mi mente no hubiera podido jamás ser.

- Lo siento... lo siento...

Y lo sentía. Él se emocionó y yo rompí a llorar. Le pedí que me abrazase y sin saber cómo hacerlo, llenos de miedo, sin pensar en nada y en todo a la vez, colamos nuestras manos nerviosas alrededor del otro y lloramos apoyados el uno el otro. Tres meses en Madrid y yo aún recordaba su forma de llorar, su olor, el tacto de su pelo y la suavidad de mi mejilla contra la suya. Y ahí estaba la llama que nadie logró apagar. Nos separamos las mejillas lentamente, hicimos coincidir nuestros ojos llenos de lágrimas y poco a poco cubrimos los centímetros que separaban nuestros labios. Sus labios, los besos de la última persona que amé.

Para cuando nos levantamos Cristian me esperaba con el coche en marcha. Sabía que no iba a juzgarme pero también sabía que pensaba que aquello no era en absoluto buena idea. Y seguramente estaba en lo cierto pero... el amor es locura y yo estaba vacío de cordura y lleno de hebriedad. Me acerqué a Cristian, este bajo la ventanilla.

Cristian - ¿Estás bien?

Yo me sequé las lágrimas, sonreí y afirmé con la cabeza.

Y así pasé esa noche y la siguiente y la siguiente en casa de Nacho. El 31 de Diciembre renunció a su cena familiar y llegamos al nuevo año de una manera nada ortodoxa. Para cuando quise darme cuenta ya era hora de volver y yo estaba totalmente en el pasado.

No se dijo nada, por que no había nada que se pudiese decir, por que a veces las palabras estorban o porque no llegan a poder definir las cosas que a veces el corazón siente.

Diana nos llevó al aeropuerto. La abracé intentando mitigar lo mucho que la iba a echar de menos. Una vez pasado el chequing los cuatro volvíamos de nuevo a nuestras vidas

Juan - ¿Qué? ¿Hay ganas de volver?
Xacobe - ¿Bromeas? En Orense me han llamado tantas veces maricón que estaba por decirles que no me había dado cuenta.
Lucía - Si... Galicia es genial pero se echan de menos cosas que hay en Madrid

Yo no respondí. No sabría qué responder a una pregunta como aquella

Oscar - ¿Tu azafato no viene en este vuelo?
Xacobe - ¡Espero que no! En esta vida no te puedes quedar para siempre con uno pequeño

Todos nos reímos. Era su forma de decirme que no me llevara a Nacho a Madrid. Al igual que el abrazo de Lucía al entrar en el avión o las 4 cervezas a las que nos invitó Juan en el vuelo.


No nos podemos quedar para siempre con uno... ¿Sería verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario