lunes, 21 de marzo de 2011

Sexo en Madrid _ 1x17 _ Cuestión de tamaño


"Media nacional: 13´5cm. Todo lo demás boquilla"

El invierno dio una tregua la primera semana de febrero del 2010. Las temperaturas subieron vertiginosamente y una ola de calor recorría las calles madrileñas.

Pero la suerte no haría más que crecer y crecer...

Juan no había día que no quedase con Josete. Al parecer su nueva adquisición era un virtuoso del sexo y acortaban sus grandes distancias con una frecuencia diaria desmedida. Esa semana sus gemidos fueron el suplente perfecto del despertador, de la televisión, de la música o del porno. De vez en cuando un cachete interrumpía el bombeo de los cuerpos, unas risas contenidas se hacían eco en nuestras habitaciones... y vuelta a empezar. A los diez minutos, uno y otro, hacían el paseíto de la vergüenza saliendo de la habitación para ir al baño envueltos en una holgada toalla que permitiese no evidenciar donde la sangre se acumulaba con mayor intensidad. Y al parecer, la cavidades de tanto uno como otro, no eran un tema a petit comité.

Lucía había descubierto el placer del sexo telefónico. Sergio, el chico armado, no se quedaba corto en nada y mantenía a Lucía pegada al teléfono durante dos horas diarias. Claro que cuando algo fomenta la comunicación de tal manera los temas se agotan y los deseos se evidencian. Un "ojalá estuvieras aquí" pronto se transforma en "si estuvieses aquí...". Y así empezaban cada día una historia diferente con una versión evolucionada del "erase una vez".

En un piso de puertas abiertas, de repente, las puertas se cerraban con el ánimo de ocultar imágenes y palabras.

Y mientras las temperaturas subían, las puertas de las habitaciones cada vez permanecían menos tiempo abiertas, el baño se ocupaba con más frecuencia y el papel higiénico desaparecía.

El día que un sobre llegó a casa con remite de China una nueva palabra se instaló en nuestras vidas: el Poper. Una droga antes legalizada que provoca una instantánea relajación muscular y que favorece el disfrute del buen sexo. Ese día Xacobe se calzó unas deportivas y decidió darles uso. A veces el objetivo no es el ejercicio, si no la consecuencia, y Xacobe estaba decidido a quemar las calles, una por una. Cada uno afronta los desengaños amorosos de distinta manera. Xacobe no los afrontaba: los compensaba. Por cada día perdido con el brasileiro tenía la firme intención de subsanarlo a base de polvos. Y de esa manera no podía arrepentirse de nada, no tenía tiempo de lamentaciones, se mantenía en forma y hacía feliz al mundo. Por otro lado, a veces el sexo con una persona engancha, sobre todo si esta la tenía grande. Uno se pasa la vida afrontando la ruptura y la conciencia de que pollas como esas hay pocas. Xacobe buscaba la polla de 23 centímetro que le devolviese la paz a su vida. Si había pollas mejores entonces aún había esperanza para su mundo.

Yo ahogado por la ola de calor no paraba de escuchar los gemidos y cachetes de Juan y Josete, de cubrir las palabras perdidas en las conversaciones incandescentes de Sergio y Lucía o de emitir opiniones sobre las miles de fotos de genitales por las que Xacobe organizaba sus criterios de búsqueda. Y a mi tensión sexual innata y adyacente había que sumar a Vincent.

Vincent era extraño. Bueno, más que extraño... era francés. Como buen francés tenía 3 grandes características: era comedido en todas sus muestras de cariño, siempre estaba arreglado y daba los besos más tiernos del mundo. Quedar con él era un continuo querer y no poder: siempre perfecto, siempre queriendo besarle y él siempre evitando mis besos en público. ¿Pero qué hacer? Uno ya sabe que estar con un francés es mucho más que vino y fromage. Me pasaba todo el día con dolor de huevos, deseando comermelo en el metro, en el MacDonals, en los parques, en la calle, ascensores, escaleras, carreteras. Cualquier sitio me parecía perfecto para romperle en jirones la ropa. Y aquello era genial: Vincent anulaba mi cabeza y activaba todo lo demás.

Y es que a veces el mundo es generoso, y para disfrutarlo no hay nada mejor como perder la cabeza y andar por la vida sólo con el cuerpo.

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