lunes, 28 de junio de 2010

UN MENSAJE EN UNA BOTELLA



Revelo en papel estas palabras desde la orilla de una playa muy lejos de donde nací. Desde aquí apenas reconozco el olor de este mar o el color de este cielo. Desde aquí no es la misma la arena entre mis dedos ni las caras que me otean.

Aquí, lejos de todo y de todos a los que acostumbro sólo me familiarizo con una sólo una cosa... tú ausencia. Tu ausencia aún latente y perpetua. Los trozos de voz, olor, textura, sentimiento y sabor que se niegan a erosionarse o disiparse por más que los dejo sólos frente al tiempo. Tu fragmentos suspendidos en mi conciencia.

Te hice una promesa. Te prometí libertad.

El espacio necesario para que pudieses abrir los brazos, cerrar los ojos, olvidarme y empezar a volar. No volver a tu piel, no volver a tus ojos. Quedarme fuera de tu alcance de tu mirada para que descubrieses un nuevo camino hasta que pudiese quedarme delante de tu puerta con un billete sólo de ida.

Pero ¿Cuánto tiempo tarda en ahogarse el amor en la distancia? ¿Cuánto tiempo más va a extrañarte mi mente y mi cuerpo? Sólo siento el pesar del tiempo, la letanía de sus días, tu presencia transparente en el cielo, imposible de alcanzar con los dedos.

Sé las condiciones para poder recorrer el camino de vuelta. Y aún no las tengo. Mi camino sigue dibujando puertas lejos de la M-40. Me pregunto si hay alguna decisión más adepta que una nuestras sonrisas con nuestras existencias de manera perpetua.

Sé que he cambiado, que te llevo lejos de mi y que cada día que pasa entraña un gran riesgo. Y duele, duele dentro, duele en el estómago en alma y en el pecho, y duele tanto tanto que a veces, en una playa como esta, el dolor es tan grande dentro que no se contiene y se supura fuera. Por que no estás aquí, ni a mis espaldas ni a mi vera. Por que por mucho que busque y busque no estarás en ninguna de esas caras que esta ciudad lleva. Por que es un secreto solitario donde nadie sabe cuánto duele o por que mis ojos se quedan tantas veces fijos en la arena.

Cuando lo bueno o lo malo laten desdemidos, la fortaleza siempre cede e intento devolverte a mis brazos para compartirlo... miro pensativo el móvil y acaricio la dirección que por minutos nos acerca. Número a número, tono a tono, corazón en puño; todo se resuelve con tu voz en mi oreja. Pero hace frío, lo siento en el aire, lo siento en silencio, lo siento en ti. Entonces comprendo que callado me pides que te deje, que te deje ir, ir lejos de lo que fuimos, lejos de mi.

Cuando vuelva a casa dejaré esta carta donde puedas verla. En el único sitio donde permanecen a salvo las letras y las identidades. El camino por pocos conocidos donde sé que te encuentras. Alza las manos cuanto quieras, desde mi bote perdido seguiré mandando mensajes en botellas.

Sé que agradecerías que no fuese a verte, que no te llamase más dando leña y leña a la hoguera. Pero lo cierto es que en la noche más corta del año estuviste en mi hoguera, y por mucho que ahogué el fuego; Una vez más, a la mañana siguiente, me despertó tu ausencia.

Por eso... cuándo te sientas sólo, si alguna vez pierdes la cabeza, por favor búscame y hazme una seña. Llámame en silencio, en la noche, no digas nada si no quieres. Me vale un sólo silencio para saber que aún me sientes.

Aún vivo en palabras y letras, aún tuyo... en un mensaje en una botella. Te amo, lo siento, me duele, te quiero. Descórchame cuando quieras.

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