jueves, 10 de junio de 2010

LOS OJOS DE ÉL


Alex siempre había sido corriente.

Desde niño su fisionomía no lo había hecho ni muy guapo ni muy fuerte. No vistió su cuerpo de manera extravagante y ni sus caminos ni su forma de andar lo habían hecho digno de atención. No era algo descriptible lo que Alex poseía, sólo demostrable: Cuando mirabas a sus ojos y estos te devolvían la mirada... podías ver en su claro color avellana algo cándido, inocente o inmaculado. Unos ojos transparentes, fulgurantes e incandescentes.

Era sólo eso, su mirada; el contorno de sus ojos, los dibujos del iris, la manera que él tenía de ver el mundo o el reflejo que el mundo podía ver en él. Sea como fuere desde que había nacido la gente veía en Alex algo que ni él mismo atinaba a distinguir. "Serás una gran persona" - decían - "Sé que eres bueno, lo dicen tus ojos". Frases como esas se aglutinaban en su mente cuando se miraba perdido en el espejo intentando encontrar en sí mismo todos los augurios que desconocidos, queridos y paseantes le habían propinado.

Alex creció, y a lo largo de los años mantuvo ese brillo en sus ojos, ese halo de humanidad clandestina que desde su nacimiento se había anidado en él. Y esos ojos que paseaba por el mundo eran un extraño designio que Alex no lograba desentrañar. Él los veía como un destino por cumplir, un mandato al que obedecer y aunque no lograba desvelar el mapa en su reflejo dirigía sus pasos intentando ser fiel a lo que la gente en él prometía ver.

Cuidaba así sus pasos y sus actos, pero Alex sembró amor y dolor, a veces a conciencia, otras veces dejando escapar inconsciente las semillas de un fruto por cosechar. Le venía una vida dulce y agria por igual y cuando erraba sentía que vestía un regalo robado y que vivía un papel de teatro ensobrado en la piel de un actor desgraciado.

Creo que nunca se sabrá quien tendió la trampa o la verdad, si Alex a sí mismo, los desconocidos a un niño o si fue un gracioso revés de la vida. Al final, autosugestión o divinidad, mentira o verdad, la ocasión sirvió de excusa y la causa dictó efecto, por que cuando miro los ojos de él, sus profundos y castaños ojos, creo.

No siento un dios en el mundo ni una religión me ha vuelto devoto, pero cuando miro sus ojos me vuelvo creyente de lo que veo... y sin querer creo que hay ángeles que se han vuelto humanos y humanos que pueden volverse ángeles.

Creo que ellos no lo saben, que viven amnésicos para que libres del recuerdo día a día puedan elegir quien y como ser. Lo sé y lo siento, por que cuando te miras a través de los ojos de él, cuando clavas tu alma en sus pupilas y te dejas ver en su ocular espejo... simplemente y sin saberlo... te ha regalado Fe.

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