miércoles, 12 de mayo de 2010

SIN LUGAR A LA RAZÓN


Sentir un soplo en la nuca desnuda, un grandioso masaje en la espalda, soñar despierto, besar los labios que largo tiempo llevas buscando, oler el aroma de un cuerpo que deseas, el cándido instante de un orgasmo. Todo tiene una cosa en común; para que la cosa funcione... debe hacerse con los ojos cerrados.

Un buen amigo mio estudioso de la mente humana afirma la fábula. En la elección del amor la razón no tiene espacio ni lugar. Sólo se siente, cierras los ojos y das un paso al frente.

Pero desterrar la lógica no es fácil. El amor puede trascender a muchas cosas: sonrisas, exhalaciones, afecto, seguridad, orgullo, compañía, placer, empatía, ternura y al mismo amor; pero por su otra vertiente el dolor puede derramarse tan dramáticamente como una copa de vino en un mantel blanco dejándote tan manchado como vacío, tan asente de ti mismo como violado por el pasado.

Así que... ¿Cómo permitirse sufrir a ciegas? Si soy un ateo ante la vida ¿Cómo no ser agnóstico frente a los saltos de Fe?

Dicen que la respuesta se encuentra en los versículos de la historia que construyes: por que al disfrutar del proceso ya has saldado la deuda del potencial dolor que posteriormente te puede constituir.

Y quizá sea cierto que mezclar amor y ciencia sea cómo mezclar aceite y agua, que el amor no se pueda someter a listas de pros y contras. Que quien no arriesga no gana, que no debes apenarte por lo ocurrido si no alegrarte por lo vivido, que vale más luchar y perder que no inmóvil dejarte vencer.

Y el caos es tan grande al quererte que no hay canciones suficientemente altas, excesiva pintura en un lienzo, demasiadas palabras en la introspección ni lágrimas en la emoción. Sigo sólo sintiendo, embargando mis pertenencias más internas por el propio odio amor. Por que como leí una vez, odio quererte y odio odiarte como quiero quererte y quiero odiarte, y odiando odiar y queriendo querer hoy sólo sé que nosé que hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario