miércoles, 12 de mayo de 2010

POR LA FERIA DE LO ANTIGUO


Tras las puertas del trabajo asumí el papel del hombre que quiero ser y desempolvando el cansancio de mi cuerpo dirigí mis pasos a la calle Ricoletos de Madrid donde me esperaba una buena amiga para asistir un año más a la Feria del Libro Antiguo de Madrid.

Ante el hambre y las horas mi buena amiga sostenía una bolsa del MacDonals cargada de hidratos que decidimos devorar en un banco del Retiro. Y mientras el día grís avanzaba y nuestras conversaciones se entrelazaban, la comida se extinguía a la par que nuestros estómagos se llenaban. Antes de despedirnos concedimos un buen rato a contentar a la panda de gorriones que desde hacía tiempo parecíamos tener de espectadores. No hay nada más bonito en un día gris que dar migas a tremendos animalillos. Más allá de la dulzura de su aspecto resulta tronchante ver lo ágiles que son de movimiento robando todo posible alimento a sus superiores y más torpes las palomas. Enternecido y divertido puse fin a sus festines y me alegré al comprobar de que hoy en día aún hay miles de cosas geniales que hacer gratis y en cualquier parte.


Siempre me gustaron las ferias, los rastros, los mercadillos y todos esos lugares donde puedes reencontrarte económicamente con tus gustos y pasiones. Saqué mi tabaco de liar y observé a los que parecían los intelectuales y sabios de este siglo. Los hombres con bigote tendían a rebuscar entre los libros de tapas viejas y duras, buscando gangas, los jóvenes en las secciones de arte griego y novedad, las madres en los clásicos, las abuelas dejaban su melancolía impresa en las postales del viejo madrid y un par de viejos fumando en pipa ansiaban ediciones especiales y versiones de esto y lo de más alla.

40 librerías despidiendo olor a polvo cubrían toda la calle, devolviendo a la vida lo muerto. 40 puestos rodeados a diestro y siniestro de hambrientos culturales.

Y ahí estaba yo, buscando una enciclopedia de cine que perdí en mis manos el año pasado. Pero la Feria del Libro Antiguo tiene la facultad de darte siempre lo que realmente buscas. Puedes ir a por lo que quieras y saldrás de ella sólo con lo que necesitas.

A la media hora la lámina de "El beso" de Robert Doisneau apareció tras un montón de chatarra a un precio ineludible. 3 horas más tarde, dos puestos antes de acabar y mareado por leer tantos títulos en tantos sentidos y distancias un libro acabó con mi efectivo.

El beso despidió a mi amiga y con mi bolsa en mano volví al metro inmerso en la lectura de un libro vulgar: "Amor al segundo intento" parece ser que era exáctamente con lo que necesitaba encontrar.

1 comentario:

  1. Te puedes creer que sin haber leído esto...hasta hoy, aquella lámina "le baiser" era tu regalo de cumpleaños? a modo de oda a la esperanza...

    Mi puesto no era antiguo, simplemente estaba al lado del Sacre Coeur...donde todos los artistas se juntan para mostrar su arte (y por qué no, venderlo a precios inaccesibles)

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