miércoles, 14 de enero de 2009

Fila: 11 Butaca:20 Sala:6


No sé cuando sucedió por primera vez. El recuerdo más lejano se posa en una butaca con palomitas en el regazo, una gran sala que se torna oscura dejándome a solas con un mundo aparte; solo yo y La Sirenita buceando en el televisor más grande que jamás había imaginado.

Años más tarde, a partir de los 12 años, sostengo en la memoria que encuadraba los días de la semana en función de lo que faltaba para el sábado por la tarde. Cualquier altercado o día nublado se veía eclipsado por la simple espera de aquella cita semanal y la misma mañana, por lluviosa que fuera, algo en mi interior producía adrenalina y sucedáneo de felicidad. Ocurría siempre tras pasar dos o más horas en Scouts, comía en casa o una hamburguesa con los amigos y corríamos decididos a Area Central.

Al cruzar sus puertas el mundo cambiaba; siempre hacía calor y buen tiempo, luz y movimiento; era la prescripción perfecta para la resaca de cualquier problema; receta que no logré recuperar.

Al acercarnos al establecimiento circular dejaba que el olor a palomitas dulces y saladas recorriera mis pulmones, como si se tratase del más puro oxígeno que un alpinista pudiese aspirar. Aún varios años más tarde regresé sin quererlo y sólo el olor de aquella zona agolpó mil flashes de aquellas fotos en blanco y negro.

Las cristaleras informativas ponían los contenidos de las 7 salas y era la tarea más ardua y bella que cómo adolescente tenía que afrontar. Recorría con la vista una y otra vez cada fotografía, cada palabra, buscando la forma de desnudar la sinopsis para encontrarme nítido lo que me podía encontrar. Había dos reglas: las películas de terror tenían prioridad y si se trataba de Scream había que degustarla más de una vez.

Era algo mágico.

Después de coger las entradas siempre estábamos holgados de tiempo: algo perfecto para recrear expectativas acerca de lo que nos deparaba la sala 6 esta vez. Siguiendo con el ritual Bea y yo nos colábamos por Alcampo para comprar siempre Chocolate Milka y Lays a la Vinagreta, susceptibles de extras, que no de cambios. Por aquel entonces ya las tradiciones me parecían importantes.

Bajábamos a la planta inferior con nuestra merienda entre manos y en las colas de entrada de los cines buscábamos los estrenos del próximo mes, del próximo verano. Los Ángeles de Charlie 2 fue una angustiosa espera.

Una vez dentro los sentimientos latían tan altos que impedían cerrar las comisuras de los labios, secar el brillo de los ojos y mantenernos quietos y callados. Ese era mi refugio, en esas salas todo quedaba fuera, nada tenía entrada. Allí vivían mis sueños, el futuro que para mi esperaba, y cuando las luces volvían y la realidad apretaba caminaba por las calles de vuelta a casa imaginandome en pantalla, escenas de mi vida o segundas partes que jamás serían rodadas.

11 Años más tarde acaricio la lona que siempre miraba y la sensación es tan grande que para eso no tengo palabras.

1 comentario:

  1. Me habria gustado verte durante unos minutos hace 11 años, lleno de ilusion por ir al cine...Igual así me habría costado menos aceptar que te me ibas a Madrid a estudiar.
    Lo cierto es que no me ha costado imaginarmelo como un flashback, será por como escribes...
    Te quiero. Ya falta menos para verte

    Nacho

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