viernes, 2 de julio de 2010

MIRÁNDOSE A UN ESPEJO


El paso de vivir en un pueblo o una pequeña ciudad a morar en el corazón más cosmopolita del país tiene sus substanciales diferencias. Por su vertiente más evidente las opciones su multiplican, hay otro tipo de trabajos, nuevas y múltiples formas de ocio, pluralidad cultural y social, más opciones educacionales, mayores posibilidades de comunicación y conocimiento, quizá más riqueza cultural y una visión más abierta del mundo.

Sin embargo, detrás de sus monumentos y lugares emblemáticos, más allá de sus avenidas luminosas y eternamente transitadas, más allá de las discotecas, teatros, cines, museos y restaurantes toda gran ciudad esconde un oscuro secreto.

No lo piensas. No lo notas. Ni si quiera lo imaginas... hasta que un sábado noche tu mejor amigo ebrio de alcohol te confiesa que desde que vive en Madrid ya no se reconoce y que ha perdido tantos valores como toda la fe posible en el amor.

Entonces te posas frente al espejo roto de una discoteca y cuando observas el reflejo y te devuelves la mirada comprendes porqué uno nunca debiera echar raíces en una ciudad.

Millones de personas en constante movimiento acostumbradas al dinamismo humano, lo que llega, lo que se va, nada se mantiene. Aquí todos aprenden una lección de bienvenida; en una ciudad se vive sólo. La soledad es el sentimiento por excelencia de cualquier gran ciudad, el sentimiento irónico de que no hay nadie más cuando no hay más que gente alrededor. Todos tienen una vida propia, secretos, objetivos. Las relaciones son la intersección del ocio y la coexistencia, el efecto colateral. Ya no hay intención de hacer amigos o de tener novios.

Entonces comprendes porqué en las grandes ciudades todo el mundo se mueve en internet por redes sociales. Los 6 amigos del messenger del pueblo de la infancia pasan a los 600 agregados que apenas distingues, tuenti, facebook, bakala, manhunt, y una interminable lista de páginas suscritas con el único sentido de nitigar el sentimiento.

La debacle llega así a su apogeo, cayendo en el punto del que intentas salir. ¿Cómo hacer un amigo en un cásting de mil personas? ¿Cómo encontrar el amor? Todos son iguales, sin historia propia ni pasado, parten de la nada. Te interesa uno hoy, otro mejor mañana, a la semana están supeditados a otro cásting de 100. Entonces te cansas y observas el proceso... y lo más peligroso... aprendes: los conceptos de relaciones abiertas, intereses económicos e infidelidades son banalidades admitidas entre risas. "Todo el mundo lo hace", "No te preocupes por cagarla que hay mil más", "A mi me lo hicieron y no es para tanto", "Esa persona no era tan importante, no pasa nada porque..."; todo para acabar en un sonoro y generalizado "Yo aquí ya no me fío de nadie".

Una vez escuché: "vive un tiempo en un lugar pequeño, pero vete antes de volverte demasiado débil; vive un tiempo en una gran ciudad, pero márchate antes de volverte demasiado duro". El problema es que no dijo que hacer después.

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