viernes, 16 de abril de 2010

DEL AMOR A LA MUERTE


El mayor miedo de todo el mundo es la muerte. El mayor objetivo de la humanidad... la felicidad.

El miedo siempre nos alcanza dándonos una vida de ventaja, una vida que algunos consagran a llegar a su máximo objetivo.

El ejemplo por autonomasia de la tragedia romántica fue escrita en 1597 por Shakespeare, a la cual tituló Romeo y Julieta.

Era la historia de un hombre que encontró la felicidad en el amor, y al reinado del eros lo derrocó el tánatos; por que cuando la persona que amaba se regaló su último latido el amor le llevó a la muerte. Y así, por primera vez, ambos mundos coincidieron, amor y muerte.

Han pasado 413 años desde entonces y el amor y la muerte no han dejado de unirse.

Hay un momento. En el segundo en que el que te dicen que alguien muy importante de tu vida ha muerto todo para, el mundo se queda quedo, quieto e inmóvil. En ese instante las palabras llegan al cerebro, del cerebro a la mente y de la mente al recuerdo. Saber que no volverás a oir su risa, a disfrutar de su compañía, de vuestras costumbres, sólo vuestras, saber que pierdes uno de los mayores afectos que dan sentido a tu vida... todo el futuro se nubla en ese instante, como el presente lo hace por las lágrimas que con suerte asomarán el reflejo del dolor que siente el alma. Te quedan millones de recuerdos... y una vida que estará enlazada por siempre a una cotidianidad que te devolverá a él, una y otra vez. Sintiendo lo que amaste y se fue.

Para ese instante en que el amor se eclipsa con la muerte el cuerpo nunca está preparado. Puedes derramar un mar de lágrimas, puedes congelarte y no sentir nada hasta que la vida te diga que aquello es real. Por que la negación es el primer paso, la reacción innata, la omisión de la realidad a pro de perdurar unos segundos más en un pasado.

Es como romper con alguien a quien amas y no volverlo a ver. Yo viví la muerte y viví una ruptura. De ambas fui consciente en un momento, en un segundo, en una milésima, en un instante, en una exhalación. En ambas el amor que sientes no desaparece, perdura en el recuerdo, en el presente y en el futuro; congelado por que al no haber continuidad no hay paso al odio, sólo al sufrimiento.

Te queda un sólo camino. La aceptación y el dolor. ¿Cómo aceptarlo? ¿Cómo vivir con el dolor? Hay quien habla de sostener los buenos recuerdos en la memoria y sonreir.

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