domingo, 6 de enero de 2008

Layoside Extinction II


Una amiga me dijo una vez que la facultad nos brinda la última buena oportunidad de progresar haciendo amigos. "Cuando llegas al mundo laboral te mezclas en un entorno donde la competencia entre unos y otros es lícita. común y eficiente". Y así ocurre con todo: cada etapa tiene unas condiciones con las que no contabas, unas reglas de juego que lo cambian todo:

La Universidad se planteaba como un pasaporte de primera clase a una vida mejor. Una ciudad por la que perderme, vacía de recuerdos y llena de desconocidos que perderían tal condición. Era Septiembre del 2003... y así comenzó una nueva etapa, que rompía con todo lo anterior. Ese año conocería a mis dos mejores amigos en la ciudad, justo después de que el inocente deseo del sexo con ellos se difuminara de forma tan fortuita como fue conocerlos. Fue el año del descubrimiento de cómo vivir solo y acompañado, cómo ser mayor de edad, qué hacer con la libertad y qué hacer con nosotros mismos.

Cada dos fines de semana rompía con esa vida para volver a la anterior, donde nació Layoside: al lado de Lucía, Ángela y Olalla. Y así, poco a poco, conviví en dos vidas paralelas que corrían al mismo tiempo. Una tenía mi pasado. Otra, mi presente. El futuro no fue tan simple.

La distancia, tan irrisoria como ínfima fue prolongando sus efectos a cada esquina de mi vida. A eso se refiere la gente a tomar caminos distintos, y hay veces, por más que lo intentes, por más que lo llores, por más que te duela... ya no hay nada que puedas hacer.

Con esa lección yo no contaba.

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